jueves, 1 de mayo de 2008

Yo soy el Diablo

He comprobado en carne propia lo que es que fomenten una mala reputación. En serio, desde el inicio de los tiempos mi fama no ha sido, lo que podríamos decir, la mejor.

La verdad es que no puedo culpar a nadie, todos aman a la enfermera que entrega el bebé a la madre, pero nadie siente ni siquiera el mínimo sentimiento de afecto al enterrador que nos ciega por siempre de la imagen de nuestro padre.

Este es mi caso, todos aman al que crea las bellezas del mundo, pero cuando la opinión es hacia aquel que se encarga de su destrucción hasta yo tendría uno que otro insulto para dirigirle.

Pero, si no hay nadie que se encargue de transformar y derribar el orden establecido, no se habrían cansado ya todos los seres de siempre lo mismo, de una existencia sin emociones, retos, adversidades y hasta, por qué no, tragedias. Todo eso viéndolo desde una visión poco pesimista, porque, es igual de posible que si no existiera algo, o alguien, que se encargue de destruir y cambiar las cosas, estaríamos destinados a vivir en una eterna pausa, o peor aún, en una infinita descomposición y degradación del universo.

Cómo reconocer lo bello sin lo grotesco, lo satisfactorio sin lo aberrante, lo exquisito sin lo asqueroso. Cómo, te pregunto amigo mío, podrías ser feliz si yo no promoviera tu pesar.

Mauro Trigueros Jiménez

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