martes, 18 de diciembre de 2007

Especulación


Su angustia crecía con cada gota que caía en el techo. Le molestaba de sobremanera el constante golpeteo de las manecillas de reloj cada vez que le daban vida a un nuevo segundo.

Alguien que mirara sin saber, se imaginaría que era una oficina como cualquiera. Pero él conocía la verdad, sabía que pronto sucederían los hechos que lo liberarían.

Desde hace días lo sentía. Se extrañaba de que no hubiera ocurrido ya. Justificaba esto con la excusa de que seguro faltaba un poco de preparación. Aunque a juicio de él esto no importaba, pues estaba convencido que entre más rápido se hiciera, menos daño ocasionaría.

Por fin el reloj señaló la hora de salida, él se levantó rápidamente, recogió sus cosas y se marchó sin siquiera dirigirle una mirada a sus compañeros.

Al ir bajando las escaleras trató de esclarecer su mente de toda preocupación, mas al ubicarse debajo del marco de la entrada del edificio la lluvia torrencial que estaba tomando parte frustró todas sus esperanzas.

Abrió su paraguas y emprendió camino hacia la parada del autobús. Seguía meditando acerca de la coyuntura, pensaba que talvez los acontecimientos de ese domingo del mes de octubre tenían mucho que ver.

De hecho era muy lógico, se había invertido mucho en frustrar el cambio, y no necesariamente solo dinero.

Pero aún así había algo que no terminaba de comprender ¿Cómo es que tanta voluntad se extinguió de pronto? El desenlace definitivo era algo inevitable, de eso estaba seguro. A menos que…

La muerte siempre había sido una opción, pero jamás la había tomado como una posibilidad cercana.

Sin embargo, maldita suerte, después de lo de ese domingo la situación había cambiado. Pero aquellos que lo habían defendido antes no dejarían que él muriese ¿O sí?

Volvió a la realidad. Un autobús se encontraba frente a él, lo tomó y se sentó en el fondo sin notar que era un vehículo completamente diferente al que estaba acostumbrado.

Continuó cavilando. Una misteriosa tristeza se apoderó de todo su ser.

Morir… no lo quería creer.

Sus esperanzas ahora radicaban en que algunos cuantos continuaran firmes, pero los métodos de estos necesariamente debían cambiar, ahora las acciones requerían más beligerancia.

Bueno, la disyuntiva en que se encontraba era clara, por un lado esperar algún acto heróico que lo liberara y por el otro esperar su muerte.

Conociendo su situación y posibles destinos, dirigió por vez primera su mirada al cristal del autobús por donde bajaban las gotas de agua. No reconoció lo que veía, viajaba con rumbo desconocido.

Mauro Trigueros Jiménez