sábado, 3 de mayo de 2008

Nuestra América

¿La historia de mi pueblo?, no te la podría relatar ni aunque tuviera toda la vida. Sin embargo, te puedo contar lo que es para mí nuestra América.

Mi pueblo es un universo. Su gente es como los colores del iris, diferentes entre sí pero parte de un mismo conjunto. Las raíces son profundas y no se diferencia claramente si son de pinsapo o de mangle, se podría decir que de las dos.

La vida aquí está llena, podríamos decir, de aguaceros de mieles frutales y de cantos con guitarras. De lindos aguacates y de fuertes olivos. La vida aquí es una mezcla, mezcla de una Iberia añeja y de una antigüedad tropical.

Caminos de tierra, ojos oscuros y arena negra. Mi tierra es una sola aunque tantos no quieran verlo. La codician muchos y al igual que cuando vino Hernán Cortez, las malinches la venden al mejor postor. A veces me parece que cuando le hacen daño, mi América sangra amargo como el café de sus tierras.

“Nuestra América es mi madre” dirá mi tumba, pero creo que va a morir ella antes que yo. Todas sus costumbres se van perdiendo para no volver más. Aún recuerdo cuando de niño mis amigos y yo podíamos correr por cualquier cafetal y subirnos a los árboles de guayaba y robarnos unas cuantas. Eso ya no se puede, ha venido la civilización con su propiedad privada, sus vallas y sus cámaras.

Espero que estas lágrimas que ve caer no le alteren su percepción del relato. Además ya le había advertido que no podría contarle la historia de mi pueblo.

Mauro Trigueros Jiménez

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