miércoles, 9 de abril de 2008

Pasillo 43

La vieja biblioteca abrió, como siempre, sus puertas a las nueve. Nos encontramos en el pasillo 43, que es mi favorito. En él se encuentran los libros más viejos de la ciudad. Se puede leer desde actas de independencia, libros de naturalistas del siglo XVIII y antiguos periódicos.

Como se podrán imaginar me gusta leer, pero esta no es la razón por la que me encuentro aquí. Estoy en este lugar para pintar. Pintar cuadros en mi mente donde cada libro es un tono diferente.

Cuál es mi método, se preguntarán. Depende del tipo de obra que desee pintar. Si fuera un cuadro impresionista acercaría mi nariz a un libro y aspiraría de manera entrecortada sus páginas. Si quisiera, por el contrario, hacer un fresco me dejaría embriagar por el aroma de algún libro especialmente viejo. Cabe recordar que un libro es como un buen vino, hay que dejarlo añejar.

Fue costoso dominar la técnica, pues ningún libro, aunque sea idéntico en apariencia y edad, huele igual a otro. Hay veces que quisiera pintar algo en espacial, pero como no recuerdo donde estaba cierto libro, tengo que volver a empezar.

¡Ay! Pero miren la hora. Se me ha pasado el tiempo contando esto. Ahora debo retirarme pues el sol ya calienta los libros y mis pinturas estás más vivas que nunca.


Mauro Trigueros Jiménez

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