lunes, 31 de marzo de 2008

La piedra

¡Plum! Un resorte de su duro colchón rompió la frágil tela y se hundió en la desnuda espalda. Señal inequívoca de que un nuevo día había empezado. El agua fría de la ducha le ayuda a terminar de despertarse. Luego de la camisa y el saco de rigor solamente queda encender el automóvil.

Recoge antes un poco su dormitorio. Duras están las sábanas y dura la cama. Dura también una extraña piedra que sobresale en el armario. Mira la roca durante un segundo y la acaricia con sus dedos: ve su tono rojizo y siente su forma acorazonada. Es aquella que le regaló su novia. Lo más sobresaliente de ella es una hermosa pintura de la playa.

Cierra los ojos y al abrirlos se encuentra en ella. Está sentado en la arena mojada que se le mente en los pantalones. La espuma se rompe desde sus zapatos hasta los codos. Vuelve a cerrar sus ojos pero esta vez para sentir la brisa en su cara. Los rayos del sol calientan su pecho.

Le encanta sentir la suavidad del escenario. Su infinidad de momentos dentro de la solidez milenaria.

Ahora el motor del carro está encendido y él en la calle. Sabe que no podría siquiera salir de la casa si no fuera por esa linda piedra que él, de forma misteriosa y hasta sospechosa, encuentra a diario.


Mauro Trigueros Jiménez

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